V. ZAPATA, EL HOMBRE

Hoy en día queda muy poca gente que trató al general Emiliano Zapata. Dos de los tres firmantes lo conocieron bien. Don Cristóbal Domínguez vio al jefe constantemente en los campamentos y en las batallas durante los diez largos años de lucha. Francisco Mercado lo conoció más íntimamente y tiene muchos recuerdos de anécdotas y frases del general.

Rosalind Rosoff: ¿Cómo era la vida con el general Zapata en los dos años que usted anduvo con él? ¿Cómo era su vida de diario, qué hacían?

Francisco Mercado: Pues nunca estábamos en un lugar. Siempre andábamos corriendo. No por nuestro gusto, a fuerza.

RR: ¿Cuál fue su combate más duro con él?

FM: Pues tuvimos muchos muy serios. Una vez fue porque fue necio el jefe. Porque dormíamos en El Jilguero y nos dice: "Vamos a almorzar, muchachos." "Usted ordena, jefe." "Vamos a Chinameca."

RR: ¿Este episodio es de 1912?

FM: Sí. Agarramos la cuesta abajo para Chinameca y llegando a Chinameca, sale una señora, chaparrita, gorda: "Jefe, jefe, regrésese usted que está así de federales en la hacienda." "Gracias, señora."

Arranca la carabina y se la atraviesa. Yo como a gallo pegado a él hice la misma operación. Yo no me fijé atrás, andábamos como 200 hombres, o 300, con él, pero yo no me fijo atrás, yo me fijaba en él.

Nos faltaba para el garitón como veinte metros. ¡En los garitones, en las azoteas, en el parque, en el portón, así de federales! Había como dos mil hombres. Nos empiezan a echar descargas. Le hacemos la cuesta que es pura vueltecita para subir a la Piedra Encimada. Pero por el camino, sólo yo y él. Y allá nos fueron balaceando todo el trayecto del portón hasta llegar a la Piedra Encimada.

Nos salvamos porque no nos pegaron ni un tiro, con miles de balas porque vimos en el suelo como que hirviera tierra con tanta bala, que eran muchas.

Cuando nosotros llegamos a la Piedra Encimada, ya estaba allí la gente que llevaba el jefe, como doscientos hombres. Ya estaban todos arriba, quién sabe por dónde subieron. Como eran de por allá, y yo como no era de por allá, solamente por donde iba el jefe le seguía yo. Allí anduvimos y volvimos a ir por El Jilguero, sin comer, pues íbamos a almorzar. ¡Y nos dieron puras balas!

RR: ¿Usted estuvo en Anenecuilco y Villa de Ayala?

FM: Sí, cómo no, pues que pasamos cuando todavía no había federales, todavía no había Colorados, cuando de aquí para allá llegamos a la hacienda de Tenextepango. Llegamos amaneciendo, toda la noche caminamos desde aquí para allá, y allí pues empezaron a tomar Eufemio y el jefe, hasta el jefe también tomó ese día. Total, como a las 7:30, las 8, llegaron dos trenes con infantería, allí a la hacienda de Tenextepango, y nos sacaron. Nos fuimos para Villa de Ayala, allá la siguió el jefe, ya borracho no lo podíamos sacar. Ya nos fuimos como a las dos de la tarde para el Cerro de las Cruces, ya de allí se acostó a dormir hasta media noche, a las once, las doce, que despertó. "Ensillen, muchachos, que nos vamos."

Fuimos a amanecer hasta Tepoztlán, pero encontramos federales allá y nos dan la contravuelta y regresamos cerca de Yautepec, y por allí nos salieron otros de Yautepec, y de allí hasta El Jilguero nos fueron a dejar ese día. De ahí, cuando no nos atacaban por un lado, por otro, esos Colorados que Figueroa los mandaba a todos los lugares que nos persiguieran al jefe. Mucho, mucho nos cayeron en Morelos, que había veces cuatro cinco veces en el día nos atacaban. Pero como Zapata era conocedor, y valiente, no nos hicieron nada.

Siempre nos salvábamos perfectamente bien, pues los del estado mayor teníamos parque, porque llegaban regalos de parque, y nosotros éramos los primeros.

Una vez en los mentados Cacahuates, nos habían acorralado, miles de hombres, pues. Mandaba mucha gente. Tenían muchas ganas de capturar al jefe. Estaba la Estación del Muerto allá en Morelos. No sé cómo estuvo. que estaba aquí un alambrado, y estaba una barranca. Allí el que nos valió fue Eufemio. Él tenía un machete costeño, y agarra el machete y corta los alambres, como cuatro o cinco alambres que había y por allí subimos para hacernos de un mogotito, y allí hicimos fuego al enemigo.

El general Zapata se preocupaba mucho por la situación nuestra para cuidarnos. Eso les platico que era tan desconfiado que nunca dormía con nosotros. Decía: "Muchachos, aquí está bueno." Empezaba a dar vueltas allí para que todos desensilláramos, y nomás se nos desaparecía, adivine por dónde iba a dormir... Ni el asistente se llevaba ni nada.

Allí se quedaba Eufemio, se quedaba Montaño, se quedaba Trinidad Ruiz y toda la palomilla, todo el estado mayor, y no dormía allí con nosotros, quién sabe adónde se iba a dormir. Solito se cortaba. A las cuatro andaba: "Ándenle, muchachos, ensillen, no nos vayan a agarrar con los calzones en la mano." Y ensillábamos para estar listos. Cuando amanecía ya estábamos listos. Eso sí, a las cuatro estaba allí con nosotros, pero en la noche ¡sepa Dios! Le digo que era tan desconfiado que desconfiaba de todo.

RR: Dicen que Villa hacía lo mismo. Ha de ser muy difícil ser jefe.

FM: Se tiene la vida en un hilo. Eso les digo. ¿Cómo se creyó de Guajardo, siendo él tan desconfiado?

RR: ¿Usted no le vio nunca alegre, cantando?

FM: Jale y juega, entonaba unas cancioncitas, pero no, nomás no. Era valiente y montaba bien a caballo. Muy de a caballo. Pero no me gustaba entrar. porque sabe usted que tenía un renqueo que le gustaba echar ronda. A varios generales tumbaba con todo y caballo. Yo le decía que mi caballo estaba muy cansado.

RR: ¿La ronda era un juego para jinetes con lazos? ¿Y usted no quería andar en la ronda?

FM: No. Dije: para que me tumbe un día..., no.

RR: ¿De dónde sacaba sus caballos?

FM: Se los regalaban. Yo vi cuando le llevaron un retinto que le puso "El Puro". Muy buen caballo. Lo llevó Jesús Sánchez, el de Santa Cruz, y le dice: "Oye, Emiliano, te vendo este caballo." "No tengo dinero." "Te lo fío." "No, quedo mal. No quiero caballo."

Y que se lo empieza a arrancar ahí Chucho. Muy buen técnico. Total que al poco rato lo trajo ya sin silla, nada más con el ronzal y el freno, y que se lo da al asistente. "Es para Emiliano este caballo."

Ya después el jefe le puso "El Puro". Y al alazán le puso "El As de Oros". Eran los dos caballos más consentidos, "El Puro" y "El As de Oros".

RR: ¿El general Zapata leía libros?

FM: Libros no lo vi; leía el periódico.

RR: ¿Usted conoció a alguna mujer de Emiliano Zapata?

FM: Pues había varias mujeres. Pasatiempos, nada más.

Anita Aguilar: ¿Y su hijo Nicolás sí andaba con su papá en la Revolución?

FM: Estaba chiquillo. Ya en Tlaltizapán le compró un caballo chiquito y una sillita a su medida y sus estribos y todo, pero ya casi para acabar, en Tlaltizapán.

AA: ¿Usted, don Cristóbal, sí vio seguido a Zapata?

Cristóbal Domínguez: A veces, no siempre, como nomás venía a darnos vuelta y sólo era como le digo. Nosotros siempre estábamos aquí, y él vigilando. Se ponía a hablar con el general Timo Sánchez, y nos daba un abrazo. Muy amable. Muy amable que era con nosotros. El principal, que con nosotros no tenía ninguna queja. Zapata no tenía ninguna queja de nosotros como Jinetes.

RR: ¿Y cómo era el general Zapata en su persona, en su trato con la gente?

FM: Serio, pero amable. A los pobres los atendía más que a los ricos. Llegaba un pobre y le atendía como si fuera otro personaje. Es que a los pobres los apreciaba más que a los ricos. Eso lo vi. Respetaba mucho a los pobres. Casi por eso murió. Por querer defender a los pobres para que tuvieran sus tierras.

 

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Rosalind Rosoff y Anita Aguilar. Así firmaron el Plan de Ayala.
Septetentas No. 241, Secretaría de Educación Pública,
México, Primera edición 1976.