Genovevo de la 0 fue uno de los jefes
más persistentes y representativos del movimiento zapatista.
Nació el 12 de agosto de 1876 en el pueblo de Santa María
Ahuacatitlán, en la zona montuosa al norte de Cuernavaca. Percibió
desde niño los despojos que de las tierras comunales realizaba
la hacienda de Temixco.
Sus paisanos sostuvieron contra ella
un juicio de apeo y deslinde que -naturalmente- ganó la hacienda;
pero los campesinos impugnaron los títulos procedentes del
Tribunal de la Santa Inquisición. Los más beligerantes
fueron deportados por las fuerzas gobiernistas a Quintana Roo.
La vida de Genovevo fue similar en mucho
a la de Emiliano Zapata, pues las duras circunstancias en que se hallaban
sus pueblos, bajo la dictadura porfirista, eran semejantes. Ambos
se afiliaron a la oposición contra la candidatura del hacendado
Pablo Escandón para gobernador del Estado.
Seis policías rurales pretendieron
apresar a Genovevo en su casa; él se defendió con un
machete, junto con su medio hermano; quitó el fusil a uno de
sus aprehensores y huyó a la montaña el 7 de febrero
de 1909. Permaneció fugitivo hasta fines de 1910, cuando ya
estaba declarada e iniciada la revolución de don Francisco
I. Madero contra la última reelección de don Porfirio.
Contaba sólo con un rifle de calibre 7 mm, pero reunió
veinticinco hombres que veían la oportunidad de luchar por
sus tierras bajo las promesas del Plan de San Luis.
Unido a los maderistas, Genovevo fue
nombrado capitán primero de infantería, con autoridad
en su región noroeste y boscosa. Emiliano Zapata se rebeló
en Villa de Ayala -en rumbo opuesto al de Santa María- acompañado
por Pablo Torres Burgos, el profesor Otilio Montaño y otros
maderistas. Después de tomar Cuautla, Emiliano entró
en Cuernavaca el 26 de mayo de aquel 1911, y no se dirigió
al jefe maderista Asúnsolo, sino al ya coronel Genovevo de
la 0, con quien se identificaba con la misma causa.
Zapata resistió ardua y hábilmente
la presión de Madero y del presidente interino, León
de la Barra, que le instaban a desarmar sus tropas. En tanto Genovevo
permanecía aislado y sin actuar, pues carecía de armas.
Cuando decidió hacerlo, incursionó en el limítrofe
Estado de México, reconociendo el terreno en que habría
de combatir. Al regresar a Morelos supo que en el pueblo de Huitzilac,
vecino al suyo, se había alzado también Francisco Pacheco.
Por el mes de octubre, Zapata convocó
a los jefes dispersos para unificarlos, y Genovevo reconoció
su autoridad y aceptó colaborar bajo sus instrucciones. Desde
entonces su actuación se relacionó con la del Cuartel
General. Aunque no participó en la promulgación del
Plan de Ayala, Genovevo acató sus principios y los sostuvo
firmemente aplicándolos a la restitución de tierras
de su pueblo. Su actuación militar y política puede
seguirse gracias a los testimonios de su archivo, cuyos datos se combinan
con los de otros acervos zapatistas y aun de los ejércitos
enemigos.
Siguió paralelamente la lucha
de Emiliano, apoyándola en el rumbo oeste de Morelos. Esa lucha
duró de 1911 a 1919, a través de los gobiernos de Porfirio
Díaz, Francisco León de la Barra, Francisco I. Madero,
el usurpador Victoriano Huerta y durante la presidencia del general
Eulalio Gutiérrez, electo por la Convención de Aguascalientes,
y de los sucesivos presidentes que derivaron de ella, opuestos al
gobierno de facto de don Venustiano Carranza.
De la O persistió, como los más
fieles seguidores de Zapata, en rebeldía contra Carranza, aun
cuando éste adquirió el cargo de Presidente Constitucional
y ya no parecía haber triunfo posible para el zapatismo.
A cargo de don Genovevo estaba uno de
los puntos más difíciles de conservar: el paso de la
ciudad de México a la de Cuernavaca, por lo que llegó
a volar algunos trenes. Es de recordarse el ataque de Genovevo al
ferrocarril el 20 de julio de 1912, en el sitio llamado La Cima, entre
los límites de Morelos y el Distrito Federal.
Ese ataque y el perpetrado por Amador
Salazar un mes más tarde en Ticumán -donde murieron
tres periodistas, que iban confundidos con la escolta-, acarrearon
sobre los citados jefes y sobre todo el movimiento, los más
terribles dicterios de la prensa citadina contra los "bandidos
zapatistas"; pero debe considerarse que fueron respuesta a las
atrocidades que cometían los ejércitos del centro sobre
los pueblos mártires de Morelos, destruidos por los procedimientos
exterminadores de Victoriano Huerta y Juvencio Robles, primero, y
por los de Pablo González, después.
En la rivalidad por el control de ese
paso estratégico a la región suriana, y por la disputa
sobre tierras de sus respectivos pueblos -Santa María y Huitzilac-
los generales Genovevo de la 0 y Francisco Pacheco tuvieron serias
dificultades. Genovevo acusó a Pacheco de traición por
facilitar el paso de los carrancistas al Estado, y sus tropas acabaron
asesinándolo.
Pero Genovevo no pudo contener el alud
de las tropas comandadas por el general Pablo González, que
penetraron a Cuernavaca y a las principales plazas de Morelos. En
una segunda etapa de ocupación, un coronel de las tropas gonzalistas
fingió pasarse a las filas de Zapata y, con maniobra artera,
lo asesinó el 10 de abril de 1919.
El general De la 0 -igual que otros
fieles zapatistas- continuó en rebeldía después
de muerto su jefe. Aunque dispersos y desconcertados al principio,
lograron resistir y coordinarse: el 4 de septiembre eligieron como
nuevo jefe del movimiento al general Gildardo Magaña. Gracias
a esta reagrupación, los correligionarios estuvieron unificados
cuando el general Álvaro Obregón pretendía la
presidencia.
Genovevo aceptó la alianza y
sirvió eficazmente durante el riesgoso lapso en que el sonorense
anduvo escapando de la persecución de Carranza; 'éste
fue desconocido por el Plan de Agua Prieta, al cual se adhirieron
Gildardo Magaña, Genovevo de la O y los zapatistas que vieron
la oportunidad de regularizar su movimiento, un año después
de muerto Emiliano.
Al escapar Carranza, rumbo a Veracruz,
Obregón llegó triunfante a la ciudad de México,
y entre sus acompañantes figuró el antiguo líder
de Santa María, quien, por cierto, tuvo que pagar el precio
de la alianza con la cercanía de Pablo González, el
autor intelectual de la muerte de Zapata; a su lado presenció
desde uno de los balcones del Palacio Nacional el desfile de las tropas
unificadas por Obregón, y posó, ostensiblemente molesto,
para que lo fotografiaran junto al antiguo enemigo.
Desaparecido Obregón, declinó
su influencia personal y no consiguió que se le diese una comisión
oficial. Durante el gobierno del general Cárdenas se reavivó
la significación de los zapatistas: José G. Parrés
ocupó la Secretaría de Agricultura, y Gildardo Magaña
la gubernatura de Michoacán; consideró este último
tener abierta la candidatura de la Presidencia de la República
para suceder a su amigo y paisano el general Cárdenas.
Tenían los zapatistas esperanzas
de alcanzar la mayor atención a sus principios; pero Magaña
renunció a su candidatura y murió el 12 de diciembre
de 1939, por lo que fue necesario integrar un nuevo núcleo
entre los supervivientes zapatistas. En 1940, Genovevo de la 0 junto
con Parrés, Fortino Ayaquica y Adrián Castrejón
fundaron el Frente Zapatista, como baluarte de la vieja guardia combatiente
y trinchera para otros nuevos.
Más tarde De la 0 participó
en la creación de la Federación de Partidos del Pueblo.
Alternó sus últimos años entre labores del campo
y los asuntos públicos del pueblo; pero al final fue atacada
su autoridad y le cuestionaron la posesión de sus tierras.
El 12 de junio de 1952 murió a los setenta y seis años
y quedó sepultado en su pueblo natal. Fue uno de los pocos
militantes zapatistas que alcanzaron a ver el logro de su lucha.