INTRODUCCIÓN

En esta fecha de enero de 1975, al terminar el presente libro, todavía viven en el sur de Puebla los tres últimos firmantes del Plan de Ayala. Este libro es su testimonio de los acontecimientos históricos en que participaron en la lucha que encabezó el general Emiliano Zapata.

Don Cristóbal Domínguez, don Francisco Mercado y don Agustín Ortiz no son desconocidos por el régimen actual. El presidente Luis Echeverría Álvarez personalmente les ha hecho honores. Gracias a su interés y el del licenciado Augusto Gómez Villanueva, estos viejos revolucionarios recibieron medallas "Benemérito de la Reforma Agraria" en una ceremonia que ellos recuerdan con emoción.

El veintiocho de agosto de 1972, en el teatro de Bellas Artes, el presidente les abrazó y les felicitó por haber firmado el Plan de Ayala. Desde entonces han recibido muchas atenciones de parte del gobierno, así como invitaciones a los actos que conmemoran las fechas significativas de la revolución zapatista.

Sin embargo, para nosotros estos distinguidos veteranos fueron un feliz descubrimiento en nuestra búsqueda de fuentes originales sobre el zapatismo. Somos maestras, y hace dos años empezamos una biografía de Emiliano Zapata, escrita para niños.

Con el afán de crear un ambiente totalmente auténtico para el libro, salimos de las bibliotecas a andar por la tierra y los caminos del gran caudillo. Ahí en Morelos y en Puebla encontramos que todavía existe un mundo zapatista.

Desde las tierras frías de Yecapixtla, pasando por los cañaverales de los valles fértiles de Morelos, hasta la sierra árida del sur de Puebla, encontramos recuerdos vivos del general Zapata.

Conocimos su pueblo natal, la casa en que nació, su escuela, su iglesia, los cascos de las haciendas contra las cuales él había luchado. Más importante, encontramos a sus gentes. Conocimos a sus parientes, a sus hijos, sus caballerangos, sus oficiales, sus compañeros de lucha, y hasta a unas mujeres que le admiraban.

Nos sorprendió la lucidez y la intensidad de emoción con que ellos nos contaron sus recuerdos. Después de sesenta años su experiencia zapatista sigue siendo lo más sobresaliente de sus vidas; lo revivieron con muchos detalles. Nos pareció que esos recuerdos tenían mucha importancia histórica que no debía de perderse, y empezamos a grabar en cinta magnética estos testimonios.

Dejamos para el último los lugares más apartados donde el general Zapata acostumbraba ir a esconderse del enemigo. En octubre de 1973 tomamos el camino para Chiautla de Tapia, en la sierra de Puebla. El Safari pasó por baches, ríos y caminos en construcción. Al fin llegamos a Huehuetlán El Chico, unos pocos kilómetros antes de llegar a Chiautla.

Como era nuestra costumbre, preguntamos por viejos zapatistas, y nos dijeron que ahí vivía don Agustín Ortiz, firmante del Plan de Ayala. Apuntamos su nombre y seguimos a Chiautla, donde nos informaron de un segundo firmante, don Francisco Mercado. Nos llevaron a su casa.

Don Francisco es un hombre guapo y alto, de ochenta y seis años, de bigotes muy zapatistas. Todavía se para derecho y se mueve con un aire de mando y seguridad. Sus modales son de un caballero de antaño, y su manera de hablar es medida y clara. Nos permitió grabar sus recuerdos.

Conoció bien al general Zapata; pasó dos años en su Estado Mayor. Él nos mencionó que vive un firmante más, del mismo rumbo, don Cristóbal Domínguez. Don Francisco aclaró varios puntos históricos sobre cómo y dónde se escribió el Plan de Ayala, datos que faltaban o que estaban confusos en los libros que habíamos consultado.

Para completar nuestra documentación sobre el Plan de Ayala, era importante realizar dos cosas: un viaje a Ayoxustla, donde fue firmado el Plan, y una reunión con los tres firmantes donde juntos podrían compartir recuerdos.

Al regreso, paramos en casa de don Agustín Ortiz. Nos saludó con una sonrisa resplandeciente y él y su esposa nos invitaron a su casa, donde también grabamos sus memorias. Quedamos en reunirnos con los tres firmantes en un futuro próximo. Nos explicó don Agustín que don Cristóbal vivía en una ranchería donde quizás no podría entrar nuestro Safari, y nos invitó a hacer la reunión en su casa.

Llegamos a Atotonilco a pasar la noche, felices con las entrevistas. Al escuchar las grabaciones, se nos cayó el cielo encima: la grabadora había fallado y habíamos perdido todo lo que había dicho don Agustín y una parte de lo dicho por don Francisco.

Fue dos meses más tarde, en diciembre, cuando pudimos arreglar la reunión, gracias a Alberto Amigón, un joven estudiante de Chiautla, pariente de don Francisco Mercado. Él fue personalmente a concertar la cita con cada uno de los tres, y la reunión empezó puntualmente. Esta vez pusimos dos grabadoras, y se grabó muy bien todo lo que dijeron.

Al terminar la reunión, todos estuvimos de acuerdo en reunirnos nuevamente en la ranchería "El Terrero", de don Cristóbal, para disfrutar de un día de campo. Fue en mayo de 1974 cuando nos embarcamos con canastas llenas de comida y acompañadas por el profesor e historiador Jesús Sotelo Inclán. El Safari sí pudo pasar hasta la ranchería.

Don Francisco Mercado no pudo acompañarnos porque estaba muy enfermo, pero nos acompañó don Agustín. A pesar de que aclaramos desde antes que nosotros íbamos a traer la comida, la familia de don Cristóbal había preparado un rico mole. Después de comer nos sentamos junto al río y platicamos y grabamos nuevamente.

Hicimos planes para ir a Ayoxustla al día siguiente, desde luego sin incluir a los viejitos, sabiendo que el camino era muy largo y difícil. Ellos nos hacían saber, muy cortésmente, que no podrían invitarse, pero que sí aceptarían nuestra invitación a acompañarnos. Querían guiarnos por un camino que conocían desde Huehuetlán.

Al día siguiente salimos temprano con don Cristóbal, de noventa y seis años, el más animado de todos. Pasamos por brechas empinadas llenas de piedras, difíciles hasta para caballos y andantes, y casi imposibles para vehículos. Nos hubiéramos perdido sin la ayuda de don Cristóbal y de don Agustín, quienes nos metieron hasta por un arroyo seco.

En Ayoxustla nos enseñaron el lugar exacto en donde fue firmado el Plan de Ayala el 28 de noviembre de 1911. El presidente municipal de Ayoxustla amablemente nos mandó traer la misma mesa sobre la cual todos firmaron, y la colocamos en el mismo sitio para fotografiarnos.

Este libro es el resultado de esos viajes. Hemos transcrito las palabras textuales de los tres firmantes, evitando redundancias y tomándonos la libertad de cambiar el orden de lo dicho con el fin de unificar los temas. Este libro ha sido escuchado, aclarado y aprobado por ellos mismos antes de su publicación.

Rosalind Rosoff y Anita Aguilar

 

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Indice


Rosalind Rosoff y Anita Aguilar. Así firmaron el Plan de Ayala.
Septetentas No. 241, Secretaría de Educación Pública,
México, Primera edición 1976.