Señor Gral. de Brigada don Victoriano Huerta
México, D.F.
Muy señor mío:
Hasta hoy me enteré de la carta que se sirve usted escribirme
con fecha 28 del actual y que ha sido publicada por la prensa. Con gusto
obsequio sus deseos y expreso por qué me ha parecido inexplicable
la conducta de usted en Morelos. Apenas llegó usted a ese Estado,
fui personalmente para procurar un arreglo pacífico a la cuestión.
Llevé una comunicación para usted del señor Subsecretario
de Guerra, que le explicaba claramente mi misión y le daba a entender
que procurase obrar de acuerdo conmigo, a fin de no entorpecer mis gestiones
pacificadoras.
Amante de atraer a mi lado a todas las personas de valer, en cualquier
sentido, tanto en el ramo militar como de los demás, traté
a usted con todas las consideraciones posibles, lo llevé a comer
a la casa en donde me alojaba, repetidas veces, y lo invité a mis
paseos por la población, con el deseo de formar lazos de verdadera
amistad entre usted y yo. Todo me hizo creer que usted compartía
el mismo sentimiento, pues sus atenciones hacia mí y sus protestas
de amistad y adhesión no podían dejar duda en mi ánimo.
Fue por esta circunstancia precisamente, que me sorprendió de
un modo tan penoso el hecho siguiente: cuando creía haberme dado
cuenta de la situación de Morelos y antes de ir a Cuautla a donde
proyecté ir a caballo, quise pasar por la capital de la república
para conferenciar con el señor Presidente, y pocos momentos antes
de tomar el automóvil para la capital se me informó que las
columnas de usted estaban en marcha rumbo a Yautepec. Mandé hablarle
a usted y me aseguró que no era exacto, que únicamente iban
sus tropas a hacer ejercicios militares en las afueras de la población
y que regresarían pronto.
Pues bien, a mi llegada a la capital de la República supe que
me había usted engañado, pues efectivamente habían
avanzado sus tropas rumbo a Yautepec. Este movimiento en sí no hubiese
tenido gran importancia si no hubiera sido por haberme usted afirmado lo
contrario.
Después, cuando estaba yo en Cuautla, en los arreglos con Zapata,
siguió usted avanzando a Yautepec y acercándose a Cuautla
sin recibir órdenes expresas del Presidente de la República,
ni del Sub- Secretario de Guerra, con lo cual entorpeció usted mis
gestiones y al fin se rompieron las hostilidades haciendo infructuosos
mis esfuerzos y hasta habiendo puesto en peligro mi vida, pues Zapata muy
bien hubiera podido creer que yo lo engañaba, porque de Cuernavaca
le telegrafié que usted no avanzaba sobre Yautepec, sino que sólo
hacía una marcha instructiva como usted me lo había asegurado,
y después le dije que las tropas de usted no se acercarían
a Cuautla y habiendo sido lo contrario, puesto que hasta se dijo en Morelos
que usted había capturado a la escolta que Zapata había mandado
para que me fuera a recibir cerca de Cuernavaca, lo cual no he podido confirmar;
pero de todos modos, todo esto podía haber despertado la desconfianza
en Zapata o en sus soldados.
En cuanto a lo que usted afirma que el Estado estaba completamente pacificado
cuando usted se separó del mando de las tropas, no sé hasta
qué punto pueda considerarse así, puesto que aun en los momentos
actuales la prensa informa de depredaciones que cometen las fuerzas de
Zapata.
Respecto a la pericia con que usted dirigió las operaciones contra
Zapata, no quiero emitir mi juicio en estos momentos, pues no me corresponde
a mí hacerlo, únicamente haré notar que cuando las
hordas que venían a juntarse con Zapata entraron a Jojutla y la
saquearon, pidieron a usted auxilio los habitantes, y encontrándose
a una distancia que podía haberse franqueado en una jornada de marcha,
no dio usted auxilio a los habitantes de aquel pueblo que por tres días
fue saqueado e incendiado.
No sé qué razones tendría usted para ello; pero
contaba usted con cerca de 3,000 hombres, y con unos 300 o 400 que hubiese
usted destacado, hubiese sido bastante para proteger aquella población.
Y si usted obró en virtud de instrucciones amplias que tenía,
no me explico por qué no fue a proteger a Jojutla; o bien, si atendía
usted al pie de la letra las instrucciones que recibía de México,
entonces tampoco me explico esa marcha que hizo usted para salir de Cuernavaca,
pues eso fue lo que más excitó los ánimos en Morelos
e hizo que se aumentaran las fuerzas de Zapata y se levantaran las que
fueran a saquear a Jojutla.
No hubiese hecho mención alguna a la actitud de usted en Morelos,
si no hubiese sido por la circunstancia de que se atacó injustamente
al Gral. González Salas, que era Subsecretario de Guerra, y me pareció
de justicia decir la verdad a fin de que se sepa quién provocó
aquella guerra y a quién se debe que no se haya podido terminar
pronto.
Desde el momento que yo iba con una misión de paz y aunque con
carácter extra-oficial, sabía usted muy bien el verdadero
carácter de que yo iba investido, y si usted hubiese estado inspirado
en el mismo patriótico sentimiento hubiese obrado de acuerdo conmigo
y no hubiese entorpecido mis planes como lo hizo.
Tomo nota de que ha declinado usted el honor que el Señor Presidente
le había conferido nombrándolo Vocal de la Junta Superior
de Guerra y que al señor Subsecretario de Guerra pide usted su licencia
absoluta del Ejército.
Espero quedarán satisfechos los deseos de usted con la anterior
declaración y me repito su afmo. y atto. S.S.
Francisco I. Madero