El zapatismo en este Estado tiene raíces profundas, como son:
el odio entre las clases sociales, el aliciente del saqueo, el estímulo
de la prensa periódica, la simpatía por las promesas desalentadas
de repartirse los terrenos del Estado como botín de guerra, el fermento
revolucionario y, sobre todo, el que no se ha llevado el plan de campaña
con sujeción al acuerdo celebrado, de que las fuerzas federales
guarnecerían las poblaciones y haciendas de cierta importancia,
para impedir a los bandoleros proveerse de fondos, parque, cabalada y víveres,
entre tanto mis fuerzas se entendían con la campaña rural,
con la campaña propiamente dicha, recorriendo los caminos y llanuras
en persecución de las gavillas, plan infalible...
Me atrevo a conjeturar que en esos informes de algunos jefes del Ejército
de línea subsiste latente un secreto resentimiento contra los soldados
de la libertad que supieron derrocar un poder que no pudo sostenerse con
las bayonetas, y hoy se muestran impacientes porque no se extermina en
unos cuantos días una rebelión tan arraigada y tan favorecida
por los ilusos.
Una prueba de esa especie de resentimiento que entibia la voluntad de
las fuerzas federales para cooperar con las ex revolucionarias en la obra
de pacificación, es la siguiente: ayer, cuando una banda de rebeldes
atacaba la pequeña guarnición de Ticumán, se pidió
violento auxilio al general Casso López, y pudiendo mandar en ayuda
de los míos el destacamento federal sito en Tlaltizapán,
a un kilómetro de distancia del sitio de combate, no lo hizo.
Eso es contrario aun a los más rudimentarios principios de la
guerra entre fuerzas que cooperan. Por mi parte nunca me he negado a prestar
al general Casso López auxilio cuando me lo ha demandado, y conste
que, en caso de haber sido adverso el resultado del asalto a Ticumán,
por falta de ese auxilio habrían acabado a mis soldados.
Afortunadamente el triunfo se declaró de nuestra parte, perdiendo
únicamente ocho hombres contra treinta y nueve de los facinerosos...
Podrá Ud. ver, por el parte oficial que hoy rindo sobre el encuentro
de Ticumán, que el amarillismo de "EL IMPARCIAL", lanzando
al público derrotas de mis fuerzas, incurre en una mentira reprobable
y trascendente.
En resumen, señor Presidente, no puede escaparse a la profunda
penetración de Ud., que un sinnúmero de intrigas conspiran
de consuno a este fin: a desprestigiar a los ojos de Ud. a sus más
adictos admiradores y amigos para restarle simpatías y lograr aviesos
fines..., pero contando con el buen tino de Ud. y haciéndole como
le hago la promesa de invariable lealtad, estoy seguro de que no conseguirán
nuestros enemigos sus antipatrióticos y perversos propósitos,
porque yo debo decirlo de una vez, no tengo más ambición
que la felicidad de la patria y el triunfo de la democracia de que es Ud.
caudillo.
De Ud. adicto y amigo y Atto. S.S..,
Ambrosio Figueroa.