(Al margen izquierdo un membrete que dice: "Correspondencia
Particular del Gobernador del Estado de Guerrero".)
Chilpancingo, 11 de noviembre de 1911.
Señor Don Francisco I. Madero
Presidente de los Estados Unidos Mexicanos
México, D.F.
Muy distinguido y fino amigo:
Tengo verdadera ansia de comunicarme con usted, no habiéndolo
hecho antes por ignorar su residencia, pues sabía que casi siempre
estaba usted de viaje.
Comenzaré por felicitarlo por el alto puesto que merecidamente
ocupa; después de esto creo conveniente hablarle con la franqueza
que me caracteriza en nombre del grande afecto que en particular le profeso.
Creo conveniente, decía, manifestarle que debe usted obrar con
toda franqueza al implantar su nueva política que será seguramente
de trascendental beneficio para la patria: quiero referirme a la situación
de Morelos y a la revolución del zapatismo de que tanto se ha hablado.
En una carta que la prensa publicó, ví que usted designaba
para gobernador de aquel estado a nuestro común amigo el ingeniero
Hay; si todavía piensa usted lo mismo, Ambrosio no es ni será
nunca un obstáculo para la realización de su plan político.
Usted sabe bien que Ambrosio aceptó ese puesto sólo cediendo
a una indicación de usted, pues yo y todo el pueblo suriano, nos
oponíamos a que Ambrosio saliera de aquí, precisamente porque
nos imaginábamos que la envidia o la intriga lo harían presa
de sus maquinaciones.
Por encima de todo esto debe estar el bien de la patria y la salvación
de los principios que nos han servido de bandera.
Por fortuna, usted y sus principales compañeros de armas, están
unidos y de acuerdo para sostener sus principios; que éstos se pongan
en planta, que la revolución triunfe militar y políticamente:
esto es lo importante para nosotros. Los hombres son muy poca cosa; pero
los principios son inmortales.
Yo soy de parecer, salvo la muy respetable opinión de usted,
que a Zapata, como única salvación, se le permita salir del
país como hizo usted con el célebre Pancho Villa; cualquiera
otra combinación será peligrosa y de fatales consecuencias
para usted.
Yo opino porque a Morelos se le permita entrar en plena evolución
democrática, dejándolo elegir a sus autoridades a fin de
que se gobierne por sí mismo.
El problema agrario de Morelos, propiamente no existe; y acaso el General
Figueroa, profundo conocedor de aquel estado, le haya hablado largamente
sobre ésto. Lo urgente es solucionar el problema político
y dar garantías a los propietarios.
Respecto a los perturbadores del orden, yo creo que no debe transigirse
con ellos, porque sería sentar un mal precedente. Almazán,
por ejemplo, cómplice de Zapata y responsable de las atrocidades
que éste ha cometido, debiera ser procesado a fin de que respondiera
de sus delitos; pero se le tiene libre, y se asegura que se le piensa premiar
con una pensión para que pueda hacer sus estudios en el extranjero.
Esto es muy humano y generoso; pero de fatales consecuencias en política.
El resultado ya lo estamos viendo: Zapata y Salgado piden para ellos igual
gracia, y así no acabaremos nunca con los desórdenes.
Además, el caso se presta a muy desfavorables comentarios; hay
quien se permite aventurar que usted ha obrado de acuerdo con estos hombres,
juzgando por la benignidad con que se les trata.
Yo le hablo a usted con franqueza y sinceridad; con la poca experiencia
que he adquirido en el gobierno, debemos ser intolerantes con los bandidos
y con los desleales, a fin de que podamos contar siempre son los valientes
y leales soldados de la revolución, porque a usted no se le escapa
lo que podrá suceder cuando Orozco y los demás jefes de valor,
decepcionados por las complacencias con sus enemigos, nos retiren su confianza
y nos abandonen a nuestra propia suerte.
Tampoco debe usted tolerar al elemento porfirista en su gobierno, porque
estos corrompidos cortesanos, aunque adulándolo en apariencia, han
de conspirar eternamente contra usted.
Yo quise aquí transigir con ellos para conciliar en lo posible
los intereses de ambos; pero desengañado de mi fracaso y de la ingrata
labor que con ellos estaba haciendo, he dado al traste con todos ellos
y entrado con entereza y energía por una franca política
democrática, sin transacciones con el pasado ni complacencias punibles,
y estoy altamente satisfecho de mi obra.
Esto debe usted hacer allá, amigo mío, si quiere usted
librarse del fracaso que ya le auguran sus numerosos adversarios. Usted
cuenta con el pueblo y con el ejército, y no debe Ud. tener complacencias
con quienes en nada lo han ayudado, y que son y serán siempre sus
jurados enemigos.
Sé que el último complot se fraguaba en la casa particular
del secretario del señor Limantour, en Popotla, lo que le dará
a usted a entender que los malditos científicos son sus más
jurados enemigos.
Toda la gente pide que sean destituidos los científicos de sus
altos empleos y de la ingerencia que tienen en los bancos y en las finanzas
nacionales; hágalo Ud. cuanto antes, sustituyéndolos con
gente honrada y apta, si se quiere usted librar de la odiosa tiranía
burguesa.
Ya me he extendido mucho; Ud. tiene grandes atenciones y le quito el
tiempo con mi desautorizada opinión; pongo punto final, deseándole
un éxito colosal en la difícil tarea que le está encomendada,
y que tenga usted en lo particular salud y felicidad.
Su siempre inútil, pero sincero amigo que lo saluda afectuosamente.
Francisco Figueroa.